La literatura prehistoria

La literatura prehistoria no es literatura en si ya que ésta, como tal, aparece con el surgimiento de la escritura en la historia si no que se refiere a las llamadas pinturas rupestres que fueron las primeras manifestaciones diagramadas si se puede usar ese término para definir una ida utilizando dibujos.

Sin embargo lo que se define como tradición oral es la forma de transmitir desde tiempos anteriores a la escritura, la cultura, la experiencia y las tradiciones de una sociedad a través de relatos, cantos, oraciones, leyendas, fábulas, conjuros, mitos, cuentos, etc. Se transmite de padres a hijos, de generación a generación, llegando hasta nuestros días, y tiene como función primordial la de conservar los conocimientos ancestrales a través de los tiempos. Dependiendo del contexto los relatos pueden ser antropomórficos, teogónico, escatológicos, entre otros.

Los agricultores de la prehistoria consideraban que la fuerza vital residía en la Naturaleza. La mujer era el símbolo de la fecundidad humana y la tierra era la fuente de la fecundidad de las cosas. La "madre tierra" se convierte en la diosa familiar. La Tierra, la Luna, la mujer, la serpiente...son las diosas vitales, son las diosas de la creación.
Para los pastores, la fecundidad residía en la virilidad, por eso los dioses de los pueblos pastores estaban asociados a la fuerza del toro, del caballo o del macho cabrío.

Un ejemplo más concreto es el de la Civilización China; el período prehistórico chino está caracterizado por el mito y las leyendas. Antes de la dinastía Chang se habla de un legendario emperador llamado Yao, gran conocedor de la magia y la Astronomía. Se habla también de Fuhi como crerador del arte culinario, hábil cazador y pescador. También se habla de un gran diluvio, similar al que relata la Biblia, que dio lugar a que se construyeran diques en las orillas de los ríos. Los sacerdotes se dedicaban a predecir el futuro mediante el "oráculo de huesos". Cuando se les hacía una pregunta, los sacerdotes la grababan sobre un hueso de animal o una concha de tortuga. Colocaban el hueso sobre el fuego hasta que se resquebrajaba. Según resultara la posición de las rajas del hueso, podía considerarse la respuesta.